24 diciembre 2005

La dieta de la Edad de Piedra

Me pareció muy interesante esto de la autoexperimentación de Seth Roberts. Tiene sentido de que cada persona reacciona distintos a los numerosos tratamientos y que autoexpermentando hasta encontrar la que mejor se acomode a nosotros podemos llegar a buen puerto. También como llega a las teorías que dan cuenta de la esencia biológica del ser humana, basado en su comportamiento hace miles de años antes, cuando había una conexión mayor entre habitat, suplir necesidades básicas, ser humano y costumbres.
PD: Ojo, acá autoexperimentación no es sinónimo de automedicación.


La dieta de la Edad de Piedra

STEVEN D. LEVITT y STEPHEN DUBNER

Seth Roberts, de 51 años de edad, es un profesor de psicología en la U. de California en Berkeley. Si usted lo hubiera conocido hace 25 años, lo habría considerado un hombre con gran cantidad de problemas. Sufría de acné, se despertaba muy temprano y pesaba 90 kilos (su estatura era de 1,60 metros).

Pero ahora muestra una piel saludable, parece que descansa bien, es un ser afable, pesa alrededor de 70 kilos y parece 10 años más joven de su edad real. ¿Cómo ocurrió esto?

Tuvo la inteligente idea de transformar sus problemas personales en temas de investigación y se embarcó en una de las más largas batallas de autoexperimentación científica conocida por el hombre. No sólo explorándose a sí mismo más allá de lo sensato, sino también registrando rigurosamente cada dato puntual en toda la trayectoria.

Muchos investigadores descartan la autoexperimentación pues no parece lo suficientemente científica: no hay grupo de control. Tampoco puede hacerse un experimento "de doble ciego", pues el científico y el sujeto de estudio son la misma persona.

Gran cantidad de experimentos de laboratorio, en especial en el campo de la medicina, fracasan por usar una pobre metodología o por un flagrante interés personal. En el caso de Roberts, su interés personal es extremo, pero al menos es obvio. Su metodología es tan simple -probar un millón de soluciones hasta que encuentra una que funcione-, que permite una gran transparencia.

En cierto modo, la autoexperimentación tiene más en común con la economía que con las ciencias "exactas". Al no poder llevar a cabo experimentos al azar, los economistas quedan confinados a aprovechar cualquier información significativa.

Supongamos que usted es un economista midiendo el efecto de las prisiones en las tasas de crímenes. Lo que a usted le gustaría hacer es que unos pocos estados elegidos al azar súbitamente liberen 10.000 presos, en tanto otros estados también elegidos al azar encarcelen a 10.000 personas adicionales.

Al no poder hacer un experimento tan perfecto, usted se ve forzado a confiar en algo menos exacto. Por ejemplo, demandas judiciales que acusan a varios estados de hacinamiento en las cárceles. En ocasiones, eso obliga a las autoridades a liberar gran cantidad de presos. (Y sí, los crímenes en esos estados aumentan bruscamente después de que se libera a gran cantidad de detenidos).

¿Cuál puede ser un medio más apropiado de generar información que explotar el propio cuerpo? Roberts comenzó con su acné, y luego con su falta de sueño y le llevó más de 10 años de experimentación, pero descubrió que su insomnio mañanero podía ser curado si el día anterior se saltaba el desayuno y pasaba más de ocho horas de pie.

Más extraña aún es la solución que encontró para su malhumor: si bien veía televisión al menos una hora cada mañana, nunca lo hacía por las noches.

Cuando encontró esta solución, Roberts, como otros científicos, llegó hasta la Edad de Piedra buscando una explicación. Las investigaciones antropológicas sugieren que los primeros seres humanos tenían variados contactos personales cada mañana, pero muy poco después del atardecer, un hábito que Roberts imita ahora cuando se trata de la televisión.

También fue la Edad de Piedra que inspiró su sistema para controlar el peso. Había intentado la dieta sushi, una dieta de pasta, una dieta de cinco litros de agua por día y varias más. Todas resultaron ineficaces.

Pero en el camino descubrió que nuestros cuerpos están regulados por un "set point", una especie de termostato de la Edad de Piedra que establece un peso óptimo para cada persona. Pero este termostato funciona de manera opuesta al que hay en su casa.

Cuando su casa se enfría, el termostato enciende la caldera. Pero según la teoría del set-point, cuando la comida escasea, usted se vuelve "menos" hambriento. En cambio, usted se vuelve más glotón cuando hay mucha comida a su alrededor.

Esto puede parecer contrario a la lógica, como ordenarle a la caldera de su casa que funcione solamente en verano. Pero hay una crucial diferencia entre la calefacción en su casa y las calorías: mientras que carece de sentido almacenar el aire caliente en su casa para el invierno siguiente, hay una manera de guardar calorías para usarlas en el futuro. Se llama grasa. En este sentido, la grasa es como el dinero: se puede obtener hoy, ponerlo en el banco y retirarlo más tarde cuando se necesita.

Durante una época de escasez en la cual su comida siguiente dependía de una caza exitosa este sistema era vital: permitía gastar sus ahorros de grasa cuando la comida faltaba, y hacer depósitos cuando la comida era abundante.

El investigador cree que este sistema iba acompañado por un poderoso mecanismo de señales: cada vez que se ingería una comida sabrosa (lo cual se vinculaba con una época de abundancia) o que era conocida (lo cual indicaba que usted la había comido antes y se había beneficiado con ella), su cuerpo le pedía que pusiera en su banco tantas calorías como fuese posible.

Roberts cree que estas señales eran asociaciones aprendidas tan confiables como la campana de Pavlov que sirvieron muy bien a la humanidad. Hoy, sin embargo, en los lugares donde hay oportunidades constantes de comer, estas señales pueden conducir a la gordura.

Así que Roberts probó con el sistema de la Edad de Piedra. ¿Qué pasaría si pudiese mantener bajo ese termostato enviando menos señales de sabor? Una solución obvia era un dieta blanda, pero eso a Roberts no le interesaba (él es en realidad un gourmet). Después de una gran cantidad de experimentos, descubrió dos agentes capaces de engañar al estómago.

Unas pocas cucharadas de aceite sin sabor (él usó canola o aceite de oliva extra liviano), tomadas unas pocas veces al día entre las comidas, le proporcionaron algunas calorías adicionales a su cuerpo, pero no activaron la señal para almacenar más.

Algunas onzas de agua azucarada (usó fructosa granulada, que tiene un índice glicémico más bajo que el azúcar en tabletas) produjeron el mismo efecto. (Lo dulce parece no actuar como "sabor" en el sistema de señales de calorías del cuerpo).

Los resultados fueron increíbles. Roberts perdió 18 kilos en tres meses y nunca los volvió a recuperar. Pudo comer bastante cuando y donde quería, pero estuvo mucho menos hambriento que nunca antes.

En la comunidad académica, la autoexperimentación de Roberts encontró muchos críticos, pero también serios admiradores. Entre los últimos está el apreciado psicólogo Robert Rosenthal, que ha elogiado a Roberts por "aproximarse a la información con un espíritu exploratorio más que confirmatorio", y por realizar el análisis de los datos "como una ocasión para confrontar una sorpresa".

Pero la extraña solución de Seth Roberts -que ha apodado la Dieta Shangri-La- ¿funcionará realmente para los millones de personas que la necesitan? Con la empresa creada en torno a la dieta Atkins en cesación de pagos, los habitantes de Estados Unidos están ansiosos por otra receta.

10 diciembre 2005

Científicos andaluces detectan los genes causantes del síndrome metabólico

científicos del grupo de investigación "Bioquímica de la Nutrición" de la Universidad de Granada (UGR) han detectado los genes causantes del síndrome metabólico en niños obesos, enfermedad que se caracteriza por un conjunto de alteraciones como elevados niveles de triglicéridos, de ácido úrico y de insulina, así como hipertensión arterial y reducción del colesterol bueno y que afecta al 30 por ciento de los niños obesos.

Fuentes de Andalucía Investiga, el programa de divulgación científica de la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa, explicaron a Europa Press que estos expertos han seleccionado 64 genes candidatos, es decir, aquellos que se expresan de forma diferente en los niños que están predispuestos a padecer el síndrome metabólico.

Los expertos, que han utilizado una muestra de niños obesos y otros normales para su estudio, observaron que se dan casos de niños con sobrepeso que están predispuestos a padecer el síndrome. Así, aún no han establecido las causas de esta susceptibilidad, aunque todo apunta a los denominados polimorfismos génicos, unas secuencias de genes particulares del individuo que le confieren determinados caracteres.

En el caso del síndrome, una serie de polimorfismos en varios genes interaccionando con el medio ambiente darían lugar a la aparición de la enfermedad en un grupo de niños, mientras que los polimorfismos de otros individuos, no darían lugar a esa interacción, asegura este grupo.
Una vez detectados los genes, el siguiente paso consistió en localizar los polimorfismos mediante el estudio del ADN para encontrar las secuencias relacionadas con la susceptibilidad ante el síndrome y establecer así tratamientos terapéuticos adecuados.

DIAGNOSTICO PRECOZ
Con estos resultados, estos granadinos pretenden diseñar un chip de ADN para el diagnóstico precoz de individuos susceptibles que ya se aplica en enfermedades como el cáncer y consiste en una pequeña placa de vidrio dividida en cuadrículas donde se introducen sondas de ADN, es decir, secuencias de genes específicas.

Actualmente, el 12,6 por ciento de los niños españoles son obesos, un porcentaje que ha ascendido de forma "alarmante" en las últimas décadas, ya que en 1984 sólo un 4,8 de los niños españoles tenían sobrepeso.

De esta forma, los expertos apuntan que la susceptibilidad de padecer el síndrome metabólico es genética, pero la enfermedad aparece cuando esos genes interaccionan con una situación ambiental desfavorable, como una vida sedentaria o la ingesta elevada de energía, que dan lugar a la acumulación de grasa.

Así las cosas, los científicos abogan por un tratamiento de la obesidad infantil integrado en el que se impliquen los médicos, la familia, la escuela, las instituciones y las industrias.