Con huertas familiares, consejos nutricionales, ejercicios organizados y harta educación una comuna de la provincia de Buenos Aires pudo reducir sus índices de hipertensión.
Aquí el relato de un diario argentino que puede servir de ejemplo para alguna comuna chilena.
Una experiencia única:
Rauch, la ciudad que ganó la guerra contra la hipertensión
Un programa de prevención redujo la presión arterial de toda una comunidad.
RAUCH.– Controlar los factores de riesgo de la enfermedad cardiovascular que representa la causa de muerte de uno de cada tres argentinos es una tarea que excede el trabajo que se realiza en hospitales y consultorios. Aquí, en Rauch, provincia de Buenos Aires, médicos, nutricionistas y enfermeras, pero también profesores de educación física, trabajadoras sociales e incluso funcionarios municipales se pusieron de acuerdo para darle batalla a la hipertensión arterial.
Entre 1997 y 2003, en esta ciudad de alrededor de 14.000 habitantes, ubicada a 270 kilómetros de la Capital, se llevó adelante una estrategia de promoción comunitaria de la salud, que permitió bajar 5 milímetros de mercurio (mm/Hg) la presión arterial de toda la población de Rauch. Pero ¿qué significa una reducción de ese calibre?
“Diversos estudios han estimado que una disminución de 5 milímetros de la presión arterial sistólica es capaz de reducir un 10% la mortalidad por enfermedad coronaria y otro 14% la mortalidad por accidente cerebrovascular”, dijo a LA NACION el doctor Martín Salazar, del Centro de Referencia Provincial de Hipertensión Arterial del Hospital San Martín de La Plata, que participó del programa.
Para obtener esos resultados, la por entonces Subsecretaría de Salud de Rauch (hoy disuelta) no debió recurrir a ninguna droga milagrosa ni tampoco a alguna sofisticada obra de infraestructura hospitalaria. Con costo cero, aprovechando y reformulando los recursos humanos y edilicios disponibles o donados por entidades intermedias, se puso en marcha una serie de sencillas pero eficientes estrategias de promoción de la salud.
"Fue una idea fantástica -opinó Victoriano Deortuzar, de 58 años, un rauchero ciento por ciento, según su propia definición-. Uno se siente cuidado, atendido por la gente de su comunidad, y sólo ese gesto es muy importante."
El trabajo científico que analiza los resultados de esta experiencia fue presentado en el XXIII Congreso Nacional de Cardiología, donde obtuvieron el premio al mejor trabajo, y ahora fue publicado en el último número de la revista Medicina.
Punto de partida
"Cuando en 1997 nos hicimos cargo de la dirección de salud de Rauch, decidimos ver cuáles eran las principales causas de mortalidad y nos encontramos con que, al igual que en el resto del país, eran las enfermedades cardio y cerebrovasculares", contó el doctor Marcelo Aizpurúa, en ese entonces director del hospital municipal de Rauch.
Aizpurúa se puso en contacto con el Centro de Referencia Provincial de Hipertensión Arterial, para realizar una encuesta que permitiera tener un panorama de los factores de riesgo cardiovascular de la población. "La encuesta arrojó una prevalencia de hipertensión muy alta (43,2% en varones y 28,5% en mujeres), incluso más alto que el promedio nacional, que ronda el 30 por ciento. Además, sólo el 32% de los hipertensos sabía que tenía ese problema", comentó Salazar.
Las hermanas Socabehere, al igual que otros 1700 vecinos de Rauch, recibieron en su casa a las encuestadoras, y no faltaron al hospital para realizarse los análisis clínicos solicitados: presión arterial, glucemia, colesterol total, colesterol "bueno" (HDL) y triglicéridos.
"Por suerte los resultados dieron bien", cuenta Emma, de 62 años, que reconoce que se cuida en las comidas y que camina 40 minutos todos los días. Para su hermana María Celia, de 69 años, las novedades no fueron tan alentadoras: la médica la sorprendió con una noticia que, jura, jamás hubiera imaginado. "No podía creer que tenía la presión tan alta -recuerda-, porque aunque estaba un poco nerviosa yo me sentía muy bien."
No en vano, la hipertensión es conocida como "un mal silencioso", ya que en sus comienzos no presenta síntomas.
Estrategias comunitarias
Con el panorama de los factores de riesgo cardiovascular de la población de Rauch a la vista, Aizpurúa y sus colegas platenses decidieron poner en práctica una serie de estrategias comunitarias. "Primero se creó una Subsecretaría de Salud para hacer tareas de prevención y promoción de la salud", cuenta Aizpurúa, que dejó entonces la dirección del hospital para hacerse cargo de la subsecretaría.
Por aquel entonces Rauch contaba sólo con un hospital y una sala de atención pediátrica externa. "Creamos un programa de atención primaria para estar más cerca de la gente: la sala pediátrica se convirtió en un centro de salud; abrimos un segundo centro en un edificio donado por la Sociedad Española de Socorros Mutuos, y luego un tercero en una vieja estación de ferrocarril, para poder atender a gente que vivía lejos del hospital."
"A toda persona que llegaba a atenderse por cualquier motivo al hospital o a los centros de salud se le tomaba la presión y, si era elevada, se le aconsejaba que consultara a su médico", agregó Salazar. Además, se proveía la medicación en forma gratuita.
Otras de las estrategias para bajar la presión fueron: charlas sobre alimentación saludable, un programa de actividad física dirigido a gente mayor y la promoción del cultivo en huertas. La licenciada en trabajo social Silvina Fernández explicó que, a través de un convenio con el INTA, se implementó un proyecto para desarrollar huertas comunitarias.
"El objetivo era que las familias pudieran tener su propia huerta. Con el espacio y los materiales con que disponían se los orientaba para que pudieran construirla y mantenerla. Dos veces por año, de acuerdo con la temporada, se hacían las entregas gratuitas de semillas, pero lo más interesante era el trabajo comunitario."
La asistente social se refiere a las reuniones que, en forma semanal, se hacían en alguna de las casas del barrio o el colegio: "Allí se les enseñaba a cocinar distintas recetas para poder aprovechar toda la producción de verduras".
Otro de los pilares del programa antihipertensión fue la actividad física. El plan de entrenamiento estaba perfectamente delineado por la profesora de educación física María Belén Falótico. "Dos veces por semana se organizaban caminatas y los fines de semana había actividades extraordinarias -contó-. La noticia corría de boca en boca, y cada vez se sumaba más gente, sobre todo mujeres. Con los hombres siempre cuesta un poquito más, a veces les da vergüenza."
Exito y retroceso
Así, sumando educación, alimentación saludable y movimiento, el estilo de vida de los habitantes de Rauch comenzó a cambiar. "Comencé a medicarme y a controlarme en forma periódica -contó María Celia Socabehere-, y aunque al principio costó bastante, logré cambiar algunos hábitos, como eliminar la sal de las comidas y salir a caminar todos los días, por lo menos 30 minutos."
Y con el cambio de estilo de vida, la presión arterial bajó. "En 2003 realizamos una segunda encuesta a los mismos vecinos encuestados en 1997 -apuntó Salazar-. Aunque lo esperable era que la presión hubiera subido unos 3 o 4 mm/Hg, por la edad, nos encontramos que había bajado 5 mm/Hg. Y no sólo en los hipertensos, entre los que el porcentaje en tratamiento subió de 12,2% en 1997 a 20,4% en 2003."
Para Salazar, el descenso de presión en los que no recibieron tratamiento antihipertensivo se debió al descenso de peso (o no aumento) logrado gracias al cambio alimentario, así como a la reducción del consumo de bebidas alcohólicas.
Pero hoy, a dos años de finalizado el programa, como resultado del cambio de autoridades en la municipalidad de Rauch, ocurrido en diciembre de 2003, sus premisas y metas comienzan a difuminarse.
"Aunque los centros de salud siguen funcionando, la estructura de la Subsecretaría de Salud se disolvió -se lamentó Aizpurúa, que actualmente se desempeña en el hospital municipal-. Volvimos a la concepción de esperar a que llegaran los enfermos al hospital y se dejó de lado la idea de que eso se puede prevenir al promover la salud."
Las caminatas organizadas en el Complejo Polideportivo Balneario han logrado sobrevivir. "La mayoría comprobó los buenos resultados y ahora no quiere abandonar", comentó la profesora de educación física Falótico, que durante el verano también comanda una colonia, donde para participar hay un solo requisito: ser mayor de 55 años.
Casi todos los integrantes de la familia Rodríguez Andraca participaron de la experiencia. "Muchas veces por dejadez uno no les presta atención a estas cuestiones, y para toda la comunidad fue muy positivo -reflexiona Ana María Rodríguez Araca, ama de casa y vecina de Rauch de toda la vida-. Lamentamos muchísimo que no se haya podido continuar con el programa, porque siempre se habla de la prevención, pero muy pocas veces se la pone en práctica."
"El proyecto que arrancó en 1997 no debería terminar nunca, porque para mejorar la calidad de vida de la gente es necesario un seguimiento. Es una lástima que en 2003 se haya realizado la última encuesta, pero confiamos en que este programa de prevención pueda volver a retomarse", concluyó María Celia Socabehere.
Por Soledad Vallejos (La Nación, Argentina)
Con la colaboración de: Sebastián A. Ríos